Fue firmado un acuerdo plurianual entre Netflix y The C.S. Lewis Company para la creación de un show y de una película basados en Las Crónicas de Narnia, la serie de libros de C.S. Lewis.
Por primera vez los derechos de los siete libros pertenecen a una misma compañía.
Todos los proyectos serán producidos por Netflix con Mark Gordon, de la Entertainment One (eOne) y Douglas Gresham y Vincent Sieber que cubrirán el rol de productores ejecutivos para los shows y de productores para los filmes.
Ted Sarandos, Chief Content Officer de Netflix, declaró: “Las amadas Crónicas de Narnia de C.S. Lewis entraron en sintonía con generaciones de lectores en todo el mundo. Las familias se enamoraron de personajes como Aslan y del entero mundo de Narnia, y estamos entusiasmados de convertirnos en su casa por los próximos años”.
Douglas Gresham, el hijastro de C.S. Lewis agregó: “Es maravilloso saber que la gente de todas partes no ve la hora de volver a ver Narnia, y que los progresos de la tecnología de producción y de distribución hicieron posible para nosotros que las aventuras de Narnias cobraran vida en todo el mundo. Netflix parece ser el mejor medio para alcanzar este objetivo y no veo la hora de trabajar con ellos”.
Y finalmente, Mark Gordon dijo: “Narnia llegó a muchas generaciones y áreas geográficas. eOne y yo estamos entusiasmados en colaborar con The C.S. Lewis Company y Netflix, quienes tienen la capacidad de trasladar el universo Narnia a una programación estelar como la prevista. No veo la hora de comenzar las múliples producciones que esperamos llevar a cabo».
Un breve acercamiento a C.S. Lewis
Clive Staples Lewis “nació en Belfast en 1898 y fue enviado a Inglaterra para ser educado en una escuela pública junto con su hermano mayor, Warren. Lewis mostró una especial imaginación y percepción desde sus primeros años. Educado en una familia cristiana, perdió la fe durante su adolescencia, pero la recuperaría, aunque con ciertos recelos, cuando era profesor en el Magdalen College de Oxford. Su fe influenció sus escritos, incluyendo su obra Crónicas de Narnia.
En la última fase de su vida se enamoró profundamente de una divorciada americana, Joy Gresham, y contrajo matrimonio con ella, solo para sufrir la devastación de su muerte pocos años después. C. S. Lewis falleció en 1963 en su casa de Oxford.” (Del libro de Humphrey Carpenter: Los Inklings. C. S. Lewis, J. R. R. Tolkien, Charles Williams y sus amigos. 1978.)
El león, la bruja y el ropero
Los libros que forman la saga de Las Crónicas de Narnia y que fueron publicados desde 1950 a 1956 (uno por año) son los siguientes: “El león, la bruja y el ropero”, “El príncipe Caspian”, “La travesía del viajero del Alba”, “La silla de plata”, “El caballo y el muchacho”, “El sobrino del mago” y “La última batalla”.
La dedicatoria del primero de ellos por parte del autor a su ahijada es de una increíble ternura; dice así:
“A Lucía Barfield
Querida Lucía,
Escribí esta historia para ti, sin darme cuenta que las niñas crecen más rápido que los libros. El resultado es que ya estás demasiado grande para cuentos de hadas, y cuando éste se imprima serás mayor aún. Sin embargo, algún día llegarás a la edad en que nuevamente gozarás de los cuentos de hadas. Entonces podrás sacarlo de la repisa más alta, desempolvarlo y darme tu opinión sobre él. Probablemente, yo estaré demasiado sordo para escucharte y demasiado viejo para comprender lo que dices. Pero aún seré tu Padrino que te quiere mucho. C. S. Lewis”.
Y la historia comienza de la siguiente manera:
“Había una vez cuatro niños cuyos nombres eran Pedro, Susana, Edmundo y Lucía. Esta historia relata lo que les sucedió cuando, durante la guerra y a causa de los bombardeos, fueron enviados lejos de Londres a la casa de un viejo profesor. Éste vivía en medio del campo, a diez millas de la estación más cercana y a dos millas del correo más próximo. El profesor no era casado, así es que un ama de llaves, la señora Macready, y tres sirvientas atendían su casa. (Las sirvientas se llamaban Ivy, Margarita y Betty, pero ellas no intervienen mucho en esta historia.)
El anciano profesor tenía un aspecto curioso, pues su cabello blanco no sólo le cubría la cabeza sino también casi toda la cara. Los niños simpatizaron con él al instante, a pesar que Lucía, la menor, sintió miedo al verlo por primera vez, y Edmundo, algo mayor que ella, escondió su risa tras un pañuelo y simuló sonarse sin interrupción.
Después de ese primer día y en cuanto dieron las buenas noches al profesor, los niños subieron a sus habitaciones en el segundo piso y se reunieron en el dormitorio de las niñas para comentar todo lo ocurrido.” (…)
“—Por mi parte, yo me voy a explorar la casa —dijo Pedro.
La idea les pareció excelente y así fue como comenzaron las aventuras. La casa era uno de aquellos edificios llenos de lugares inesperados, que nunca se conocen por completo. Las primeras habitaciones que recorrieron estaban totalmente vacías, tal como los niños esperaban. Pero pronto llegaron a una sala muy larga con las paredes repletas de cuadros, en la que encontraron una armadura. Después pasaron a otra completamente cubierta por un tapiz verde y en la que había un arpa arrinconada. Tres peldaños más abajo y cinco hacia arriba los llevaron hasta un pequeño zaguán. Desde ahí entraron en una serie de habitaciones que desembocaban unas en otras. Todas tenían estanterías repletas de libros, la mayoría muy antiguos y algunos tan grandes como la Biblia de una iglesia. Más adelante entraron en un cuarto casi vacío. Sólo había un gran ropero con espejos en las puertas. Allí no encontraron nada más, excepto una botella azul en la repisa de la ventana.
—¡Nada por aquí! —exclamó Pedro, y todos los niños se precipitaron hacia la puerta para continuar la excursión. Todos menos Lucía, que se quedó atrás. ¿Qué habría dentro del armario? Valía la pena averiguarlo, aunque, seguramente, estaría cerrado con llave. Para su sorpresa, la puerta se abrió sin dificultad. Dos bolitas de naftalina rodaron por el suelo.
La niña miró hacia el interior. Había numerosos abrigos colgados, la mayoría de piel. Nada le gustaba tanto a Lucía como el tacto y el olor de las pieles. Se introdujo en el enorme ropero y caminó entre los abrigos, mientras frotaba su rostro contra ellos. Había dejado la puerta abierta, por supuesto, pues comprendía que sería una verdadera locura encerrarse en el armario. Avanzó algo más y descubrió una segunda hilera de abrigos. Estaba bastante oscuro ahí adentro, así es que mantuvo los brazos estirados para no chocar con el fondo del ropero. Dio un paso más, luego otros dos, tres… Esperaba siempre tocar la madera del ropero con la punta de los dedos, pero no llegaba nunca hasta el fondo.
—¡Este debe ser un guardarropa gigantesco! —murmuró Lucía, mientras caminaba más y más adentro y empujaba los pliegues de los abrigos para abrirse paso. De pronto sintió que algo crujía bajo sus pies.
‘¿Habrá más naftalina?’, se preguntó.
Se inclinó para tocar el suelo. Pero en lugar de sentir el contacto firme y liso de la madera, tocó algo suave, pulverizado y extremadamente frío. ‘Esto sí que es raro’, pensó y dio otros dos pasos hacia adelante. Un instante después advirtió que lo que rozaba su cara ya no era suave como la piel sino duro, áspero e, incluso, clavaba.
—¿Cómo? ¡Parecen ramas de árboles! —exclamó.
Entonces vio una luz frente a ella; no estaba cerca del lugar donde tendría que haber estado el fondo del ropero, sino muchísimo más lejos. Algo frío y suave caía sobre la niña. Un momento después se dio cuenta de que se encontraba en medio de un bosque; además era de noche, había nieve bajo sus pies y gruesos copos caían a través del aire.”
Para quienes estén interesados, se puede acceder al sitio oficial de C.S. Lewis desde el siguiente link.