El libro de Kazhuo Ishiguro
Esta historia está narrada en primera persona de manera simple y elegante por el mayordomo de una distinguida mansión inglesa, James Stevens; comienza en julio de 1956 y se divide en tres partes: por un lado encontramos el presente de Stevens en Darlington Hall con su nuevo patrón, el americano mister John Farraday; por otra parte vamos a ser testigos a través de los recuerdos de Stevens, de los acontecimientos que se sucedieron en la mansión a fines de los años ‘20 y comienzos de los ‘30, época de esplendor para este lugar en manos del magnánimo lord Darlington y por último, presenciamos la relación entre el ama de llaves, Miss Kenton y el mayordomo. Como hilo conductor vamos a seguir las reflexiones de Stevens acerca de un tema que lo obsesiona, la dignidad en su profesión. “Y ahora permítanme manifestar lo siguiente: la ‘dignidad’ de un mayordomo está profundamente relacionada con su capacidad de ser fiel a la profesión que representa”, dice con convicción, poniendo como claro ejemplo a su padre.
En un comienzo Stevens nos presenta a su nuevo patrón, mister Farraday; quien adquirió Darlington Hall cuando los descendientes de lord Darlington decidieron poner en venta la mansión. El nuevo señor es muy amable y correcto pero sus costumbres distan mucho de las inglesas y su sentido del humor se presenta como un desafío para el mayordomo quien se muestra desconcertado al no terminar de entenderlo.
Por otra parte, Stevens recuerda con total devoción a su “viejo” señor, lord Darlington, a quien sirvió durante treinta y cinco años, mientras narra los acontecimientos que se sucedieron en la mansión en los años de entre guerras. Él precisa exactamente 1924, año en que lord Darlington pudo concretar la realización de una conferencia que llevaba años planeando, donde las más ilustres personalidades de aquel entonces pertenecientes a las más diversas ramas, entre ellos políticos y escritores, se hicieron presentes en Darlington Hall; me refiero a nombres como el economista Maynard Keynes y el escritor H. G. Wells.
Lord Darlington estaba convencido de que el Tratado de Paz que se redactó al finalizar la Gran Guerra había dejado a Alemania totalmente desprotegida. Sus palabras hacia su mayordomo fueron las siguientes: “Me siento perturbado, Stevens, muy perturbado. No podemos seguir tratando de este modo a un enemigo que ha sido derrotado. Es deshonroso para nosotros y contrario a las costumbres de este país”. Con el correr de las páginas vamos a presenciar cómo trataron de abrirle los ojos, inútilmente, al bienintencionado lord quien no supo ver ni remotamente el modo en que los alemanes nazis se estaban aprovechando de él.
Esta fue la advertencia que el norteamericano mister Lewis dio al final de aquella conferencia celebrada en Darlington Hall: “Ahora que somos todos tan sinceros, también lo seré yo. Me disculparán por lo que voy a decir, pero, a mi juicio, parecen ustedes una pandilla de ingenuos soñadores y serían unos caballeros encantadores si no se empeñasen en entrometerse en asuntos que afectan a todo el Planeta. Pongamos como ejemplo a nuestro anfitrión, aquí presente. En el fondo, ¿qué es? Un caballero, y supongo que en eso están todos de acuerdo. Un típico caballero inglés, recto, bienintencionado, sí, pero un mero aficionado. —Al pronunciar esta palabra, hizo una pausa y paseó la vista por la mesa—. Es un aficionado, pero hoy día los asuntos internacionales ya no pueden estar en manos de aficionados, y cuanto antes lo comprendan ustedes aquí, en Europa, mejor. Y ahora, amables y bienintencionados caballeros, permítanme que les pregunte algo. ¿Tienen idea que cómo evoluciona el mundo que los rodea? Ya forman parte del pasado los días en que se podía ser bondadoso. Sin embargo, parece que aquí, en Europa, todavía no se han dado cuenta. Hay caballeros como nuestro buen anfitrión que se creen con derecho a entrometerse en asuntos que no entienden. Se han dicho muchas tonterías estos días. Con muy buen corazón y muy buena intención, pero tonterías. Lo que necesitan en Europa son buenos profesionales que dirijan sus asuntos, y como no reaccionen pronto, están abocados al desastre”.
A lo que lord Darlington, el anfitrión, respondió: “El comportamiento que usted considera propio de ‘aficionados’, nosotros lo consideramos atribuible a una cualidad llamada ‘honor’ ”. (…) “creo de hecho comprender lo que usted entiende por ‘profesionales’. Por lo visto, es un término que significa abrirse camino con trampas y engaños, así como dar preferencia en nuestra escala de valores a la ambición y la codicia en perjuicio del ansia de ver reinar en el mundo la justicia y la bondad. Y si ser ‘profesional’ implica todo eso, es una virtud que no me interesa lo más mínimo ni tengo deseos de alcanzar”. Este era el espíritu que reinaba por aquel entonces en Darlington Hall.
Al comienzo dije que esta historia estaba dividida en tres partes y una de ellas es el sentimiento de Stevens hacia Miss Kenton.
Como pueden imaginar el mayordomo es un hombre recto, reservado, un inglés de pura cepa y si a esto le sumamos la obsesión por servir de la manera más correcta posible a su señor, con la responsabilidad de dirigir en la mejor época de Darlington Hall a veintiocho criados, no será difícil imaginar el modo en el que este hombre siempre se cerró frente a cualquier tipo de sentimiento. Y la mayor prueba que se le presentó a nivel personal fue Miss Kenton, el ama de llaves de Darlington Hall, quien con una personalidad mucho más abierta supo sorprenderlo y desconcertarlo en más de una oportunidad.
Desde el comienzo de la narración vemos de manera transparente los sentimientos ocultos de Stevens hacia el ama de llaves; sentimientos que ella en reiteradas ocasiones le demostró pero que el hombre se negó a ver, al menos en apariencia. Sin embargo, a pesar de que ella dejara su empleo en 1936 para casarse, veinte años después continúa escribiéndole al mayordomo y haciéndole confidencias. Y después de la última carta que Stevens recibe de Miss Kenton decide atravesar parte de Inglaterra para ir a visitarla y, posiblemente, volver con la señora a Darlington Hall.
La mujer pasó por momentos difíciles en su matrimonio, quizás por no haberse casado enamorada; a pesar de haber llevado siempre una vida serena y de haber tenido una hija nunca pudo olvidar aquellos años que ella define como los mejores de su vida.
Lo que queda del día llevada al cine
La adaptación a la gran pantalla fue realizada por el autor del libro, el Premio Nobel de Literatura 2017, Kazuo Ishiguro y por la guionista Ruth Prawer Jhabvala, quien ganara un Oscar por la adaptación del libro homónimo de E.M. Foster, “A Room with a View”, “Una Habitación con Vistas” en España y «Un amor en Florencia» en América Latina. Por lo que nos encontramos con una película fiel a la obra que le dio vida, aunque con algunas variantes que no modifican en absoluto la esencia de la historia.
The Remains of the Day, nombre original de este filme de 1993, obtuvo ocho Nominaciones a los Premios Oscar, cinco Nominaciones a los Globos de Oro y seis a los Premios BAFTA, ganando Anthony Hopkins como Mejor Actor.
Fue protagonizada por Sir Anthony Hopkins (“El Silencio de los Inocentes”, “Westworld”) como James Stevens, Emma Thompson (“Love Actually”, “Saving Mr. Banks”) como Miss Kenton, Christopher Reeve (“Superman”, “Smallville”) como Jack Lewis, James Fox (“Charlie and the Chocolate Factory” -2005-, “A Passage to India”) como Lord Darlington, Hugh Grant (“Love Actually”, “Cuatro Bodas y un Funeral”) como Reginald Cardinal y Peter Vaughan (“Death at a Funeral”, “Game of Thrones”) como William Stevens, entre otros.
Su director es el estadounidense James Ivory, quien si bien estudió en su país decidió continuar su formación en Europa (París, Venecia) pero será en la India donde encuentra su camino profesional; allí conocerá al productor indio Ismail Merchant con quien fundará la productora Merchant-Ivory y realizarán más de cuarenta películas juntos.
La carrera de Ivory se destaca por dos constantes: la adaptación literaria llevada al cine y por la presencia de la India en su filmografía. Entre sus películas más famosas se encuentran: las premiadas “Casa Howard” (“Howards End”), de 1992, que también tiene como protagonistas a Sir Anthony Hopkins y a Emma Thompson y “Una Habitación con Vistas”, de 1985, ambas ganadoras de tres premios Oscar. En el 2009 realizó como director “The City of Your Final Destination”, también con Hopkins y en el 2017 fue uno de los productores y co-guionista de “Call Me by Your Name” (“Llámame por tu nombre” en España) junto a Luca Guadagnino y André Aciman. Este último filme tuvo tres Nominaciones a los Globo de Oro y cuatro Nominaciones a los Premios Bafta, entre ellos el de Mejor Guión Adaptado.
La música de Lo que queda del día pertenece a Richard Robbins, también autor de la música de las mencionadas “Una Habitación con Vistas” y “Casa Howard”.
Con una duración de 134 minutos podemos encontrarla en HBO España.